Nuestros cimientos son claros, somos la suma de todas las experiencias relacionales y vitales que hemos vivido, reaccionamos de una determinada forma hoy, por esa suma de vivencias en nuestra historia de vida.
Es la base en la que se cimenta nuestro modelo de trabajo terapéutico, nuestra manera de entender la terapia, la psicología y la vida. Entendemos que el ser humano no existe solo en el mundo, desde que nacemos nos relacionamos con otras personas, formando sistemas relacionales, como es la familia.
También ayuda a abordar problemas específicos como adicciones, traumas, crisis de vida, y dificultades en la crianza de los hijos, al considerar el impacto de las relaciones en el bienestar individual. Al comprender las dinámicas relacionales, fomenta la resiliencia y el desarrollo de nuevas perspectivas y herramientas para la vida diaria.
¿Qué beneficios tiene?
Mejora de la comunicación y resolución de conflictos:
Ayuda a identificar y abordar patrones de interacción disfuncionales en el sistema.
Proporciona herramientas para negociar y llegar a acuerdos de manera constructiva.